Los colores nos permiten reflejar visualmente parte de nosotros, a través de la decoración de nuestro hogar podemos transmitir, un espacio abierto, alegre, fresco, así como cerrado, triste e incómodo. Por ello es una parte fundamental a la hora de decorar cada una de las estancias de nuestro hogar, ya que está íntimamente relacionado psicológicamente.
A la hora de elaborar un proyecto debes distinguir dos tipologías de colores, el propio del material y el de la superficie al que se aplica. Por ejemplo, materiales como el mármol, la piedra o la madera, tienen colores duros, fuertes, por lo que es importante la influencia de la luz natural.
Si por el contrario preferimos darle color a nuestras paredes, una de las opciones más adecuadas es la combinación de tonalidades, introduciendo tintes fríos, como azules, verdes, lilas,… con tintes cálidos como los rojos, amarillos, rosas, naranjas,… consiguiendo una buena definición, podrás observar un ambiente más animado y con mayor vitalidad.
Recuerda que cuando combinamos dos colores, debemos tener presente cuál será el dominante, para no malinterpretar las sensaciones que queremos percibir en ese espacio. Por ejemplo, si pintamos la pared del salón de tono negro, puede llevar a inducirnos a la tristeza, a un mal día e incluso a depresión o estrés, o si pintamos en tono rojo intenso, puede llevar a excitarnos, a estar nerviosos durante el día.
Si por el contrario, preferimos ser monocromáticos, juega con las tonalidades, de este modo no tendrás un ambiente insípido, sino que tendrá mayor vida. Combinando un solo color con distintas tonalidades y una buena iluminación, ya sea natural o artificial, puedes conseguir sensaciones de amplitud, alegría, tranquilidad, confort,…
¡Recuerda! “Uno tiene en sus manos el color de su día”.